sábado, 7 de marzo de 2009

LA REDACCIÓN CREATIVA EN EL PERU


A

Un alto porcentaje de la educación del hombre se concentra en la adquisición de familiaridad con las palabras. Nombrar las cosas del mundo es el nivel primordial de su conocimiento. De allí que la primera palabra balbuceada por el niño constituye un tierno testimonio de hominización en proceso. Desde el encuentro con la primera palabra dicha el hombre acrecienta su experiencia aumentando su repertorio de palabras, las que conforman el referencial tangible de su saber. Luego, durante toda su vida, las palabras serán su principal medio de presencia y relación. Habladas o escritas, las palabras son las huellas tangibles de la aventura humana. La tradición oral y los documentos escritos se encadenan en el presente uniendo los recuerdos del pasado con los planes del porvenir. Porque la palabra es historia, poema, realidad e ilusión.

Cuando historia, la palabra evoca sucesos en los que ella misma es un suceso que también tiene su historia. Cuando poema, juega con sus dimensiones de sonido y sentido y su potencial metafórico para inaugurar mundos o ampliar la visión de las existencias. Cuando realidad, nombra la idea de un referente concreto; pero, también ella misma puede ser su concreto referente. Cuando ilusión, permite imaginar nuevas dimensiones de lo que nombra y llega hasta nombrar lo innombrable. En tanto que historia, poema, realidad e ilusión las palabras, aunque limitadas, pueden mencionar el universo infinito.

B
Pero, prácticamente sabemos, las palabras no existen aisladas más que en los diccionarios. Las palabras se asocian a una manera de decirlas o a otras palabras para crear sentidos, significaciones, para precisar conceptos, pensamientos, o para simplemente desafiarnos a pensar en ellas mismas. Las palabras son como varitas mágicas que tocan nuestras mentes para encantarlas, divertirlas, activarlas, hacerlas reflexivas o aventurarlas por los caminos del ensueño, de la fantasía, del sinsentido, de la nada, del todo, del caos fecundo o del orden inspiradores.

Sin embargo, no es así como se nos enseña la Lengua en el colegio o en la escuela. Porque lo primero que se hace es ofrecernos modelos de hablar "correctamente" o formas supremas de estilo expresivo de los maestros de la lengua que, por cierto, no tienen la edad de los niños ni la de los jóvenes y, aunque la tuvieran, la expresión es un esfuerzo personal para ser comprendido por nuestros semejantes. Qué lejano se siente el poder escribir bien cuando las lecturas del texto escolar son seleccionadas entre las creaciones de los grandes escritores del idioma. Primero, porque la Literatura emplea la lengua como materia prima para la construcción del lenguaje que el literato "inventa"; en buena cuenta estos textos son un ejemplo de una manera personalísima de manejar las posibilidades de la lengua. Normalmente estos modelos se distancian de las formas coloquiales cotidianas que para el alumno son artículo de primera necesidad. De esta manera, la lengua se enseña como poniendo una camisa de fuerza que coacta la libertad expresiva. La felicidad de hablar o de escribir es algo totalmente ajeno a la construcción "lógica" de las palabras como a la estilización. Antes bien es un ludismo placentero que produce analogías y sentidos dinámicos cargados de imaginación.

C
Por eso resulta alentador que, en la dos últimas décadas del siglo en nuestro país, distinguidos profesores se hallan dedicado a difundir la redacción creativa ajena a modelos y establecida en los cauces de la espontaneidad de la libre expresión a partir de una adecuada motivación inspiradora. En este esfuezo destaca la labor de: Lilia Meza Vidal, Milcíades Hidalgo Cabrera, Eduardo de la Cruz Yataco, Heriberto Tejo, Jorge Eslava, Manuel Pantigoso, Jorge Sarmiento Llamosas. Las técnicas que proponen son recursos motivacionales para que los alumnos pierdan todo temor a la lengua, para que se recreen y jueguen con ella hasta encontrarse con su manera personal de decir. Se brindan así caminos, derroteros y metas ejemplares para la creatividad literaria infantil y juvenil. Estas no se ofrecen como fórmulas frías sino como cálidos impulsos que, en las manos creativas de los docentes, le permiten a los alumnos una familiaridad absoluta básicamente con la redacción de cuentos y de poemas, hasta la total confianza en su propia palabra.

No creo, como algunos postulan, que esto signifique que los alumnos se descubren como artistas. De acuerdo a mis observaciones, lo que parece suceder es que, antes de acceder al pensamiento lógico racional, el primer mecanismo de pensamiento del hombre sería de tipo analógico intuitivo; pensamiento que será el característico del arte adulto. Como es propio, siendo ésta la primera manera de expresar el mundo, aparece así espontáneamente en los cuentos y poemas que los niños escriben; pero no como resultado de un esfuerzo creativo de búsquedas y encuentros compositivos, como sucede en el ejercicio del artista adulto. Asimismo, se puede comprobar cómo sus primeras afirmaciones realistas se refieren a su entorno social y familiar. Característica que explotara en su trabajo la profesora Lilia Meza Vidal. Hay en la obra de esta distinguida maestra y en la de Milcíades Hidalgo propuestas que merecen una más amplia experimentación porque, a diferencia de las creaciones ficcionales fantasiosas ellas reclaman un referente real, el mismo que será necesario para las construcciones reflexivas no artísticas. Al anotar esto no pretendemos desautorizar la orientación central de las experiencias actuales en el campo de la redacción creativa sino avizorar las líneas de diversificación de este fecundo venero educativo que aquí ponderamos en sus aspectos positivos

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