lunes, 1 de marzo de 2010

REIVINDICACION DE LA MEMORIA

De las cuatro potencialidades tradicionales, de las que la educación debe proveer de estrategias para actualizarlas: la observación, la memoria, la reflexión y la creatividad, la segunda ha sido poco o nada cultivada en los últimos tiempos por habérsele asociado a una educación repetitiva, “de paporreta”, mecánica, en nada reflexiva ni creativa. Si bien la atingencia fue válida, no lo sigue siendo el extremismo al que ha llegado esta proscripción, porque al no ejercer la memoria se pierde la posibilidad de “almacenar” los datos básicos que sustentan la reflexión y la creatividad.
Recordar de manera fidedigna posibilita el cuestionamiento y las propuestas de transformación; lo que se llama comúnmente “experiencia” no es sino la enciclopedia vital que la memoria resguarda para que podamos comprender a los demás y perfeccionarnos. Es verdad que los mecanismos de la memoria son lo suficientemente fuertes como para permitirnos seguir ejerciéndola, a pesar de que nada se hace por orientar su dominio y reforzarla. Si no, de qué otra manera podríamos aprender los vocablos y la sintaxis de la lengua materna o de las nuevas lenguas, tan necesarias de dominar en nuestros tiempos. Salvo problemas congénitos especiales, la memoria es una posibilidad de todos los seres vivos, es una garantía de supervivencia en medios hostiles y de protección de la especie. ¿Por qué, entonces, no mantenerla activa en nosotros? ¿Por qué la educación debe prohibir el aprendizaje memorístico?

Una de las razones por las que el libro fue estigmatizado como un peligro en los primeros años de invención de la imprenta fue porque se consideró que su proliferación terminaría con la sana costumbre de transmitir a la memoria de las nuevas generaciones las tradiciones y valores caros a la cultura. Rad Bradbury en Fahrenheit 451, temperatura a la que se quema el papel, presenta en el capítulo final a un grupo de rebeldes cuya fuerza, frente a una tiranía absurda que ha decidido quemar todos los libros del mundo, radica en transmitirlos de memoria, único lugar que nadie puede destruir, salvo si se elimina al individuo. La imagen es clara y lo que debemos entender es que si limitamos el ejercicio dela memoria en nuestros educandos matamos parcialmente en ellos la experiencia que adquirirán sin intermediarios, testimonio inédito e irrepetible de su paso por el mundo. Hoy que contamos con variadas fuentes de información y almacenamiento de esta información, la memoria puede contribuir a su mejor aprovechamiento. Porque la fuerza no está en quien tiene mayor cantidad de datos sino en quien sabe combinarlos de manera original. Hoy se privilegia la creatividad. Pero la creatividad es imposible sin una buena memoria que sustente la búsqueda de nuevas combinaciones.

En el teatro, los actores crean sus personajes apoyados en su capacidad de memorización, trátese de textos escritos por un autor cuyos parlamentos y acciones deben recordar junto con las indicaciones del director, o que por un proceso progresivo de improvisaciones vaya estructurando el hecho dramático. Los actores de la comedia del arte, llamada también al improviso por su sistema de creación a base de tipos fijos o máscaras, aprendían de memoria textos clásicos y populares que introducían en el diálogo según las necesidades de la acción. En cierto modo, todos los seres humanos procedemos así en nuestra vida cotidiana, reaccionamos a las circunstancias con toda la experiencia almacenada por la memoria, a la cual recurrimos espontáneamente.

Pero hay un ejercicio superior de la memoria que los hombres del nuevo milenio no debemos dejar de practicar en aras de la supervivencia de la humanidad, la construcción de la historia por los testigos de la misma y no por especialistas que reelaboran los hechos según las conveniencias del poder. Ricard Vinyes Ribas dice en Los caminos de la memoria:

“Si en algún lugar vive la historia, ese lugar es sin duda la memoria. En archivos y libros aguarda, en la memoria habita.
“No deberíamos pensar en la memoria como si fuera una fotografía que reproduce la imagen quieta de una situación desaparecida… La memoria es supervivencia constante, es historia en acto puesto que a través de la memoria la historia continúa viviendo y reelaborando las esperanzas, proyectos o desánimo de los hombres y mujeres que buscan dar un sentidota la vida, encontrar (o poner) orden en el caos.
“La historia recordada que genera la memoria es la materia de la que se nutren esas esperanzas, proyectos o fracasos, pero también alimenta la sabiduría social de todos los sujetos…aún hoy, para las clases subalternas, es la fuente principal de conocimientos e interpretación de su existencia.”

No vivimos para recordar, recordamos para vivir. La memoria es un ejercicio vital de supervivencia cuya importancia no se puede soslayar. Los valiosos testimonios recogidos hace muy poco en nuestro país por la Comisión de la Verdad han rescatado la voz de los humildes expoliados durante la guerra sucia. ¿Podrían haberse logrado estas lacerantes declaraciones sin recurrir a la memoria? ¿ No demuestran los frustrantes procesos electorales la pésima memoria histórica que tienen las mayorías en el Perú?

El ejercicio del recuerdo es saludable y activa al sujeto para obtener valiosas experiencias. Nos quejamos de que nuestros educandos no leen. Pero, se olvida que el fundamento de una buena lectura es el dominio de una variedad léxica memorizada para nombrar verbalmente a las cosas del mundo, de tal manera que al leer reconozcamos simplemente otra manera de consignarlas. Los métodos mnemotécnicos están ampliamente difundidos y no son difíciles de aplicar. No olvidemos que todo acto de recuerdo se apoya en la intensidad de la experiencia, de la atención especial que a se haya prestado a lo que se desea recordar. Educar la memoria es por lo tanto una manera de enseñar a vivir más profundamente y sin superficialidades.

Entre los griegos Mnemosina, la diosa de la memoria, era la madre de las Musas, vale decir de las diosas de la ciencia y el arte. No creemos que esto entrañara entre los helénicos un acto repetitivo o de “paporreta”; el ejercicio del diálogo y las discusiones filosóficas en las academias nos dicen que esta memoria era ejercida como fundamento de proposiciones más complejas. Y de eso se trata en suma de permitir a los seres humanos penetrar con mayor rigor en la complejidad del mundo, un mundo que antes de ser analizado debe ser grabado fielmente porque ha sido contemplado con todos nuestros sentidos. La memoria emotiva es el cimiento de nuestra inteligencia emocional. Reivindiquemos la memoria, recobremos en nuestro proceso educativo el ejercicio memorístico. No por cierto la memoria mecánica irreflexiva, sino la memoria activa nutrida de asociaciones, creadora de analogías, humanizante, transformadora. El nuevo milenio necesitará de la memoria si queremos sobrevivir como especie. Como dijo el gran actor francés Louis Jouvet: “La sensación es el punto de partida”.


































































































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